Juanca Romero © Agosto 2023

Sentados frente al nada recomendable tablero, aquella noche de agosto de 1998 cuatro personas buscábamos respuestas a través de este discutido método de experimentación paracientífica, recordando aquello que los expertos siempre dicen, que esto no es un juego y que su utilización debería quedar restringida a quienes saben interpretar los fenómenos que puedan producirse.

Aquella casa abandonada en otros tiempos había sido un poco recomendable burdel famoso en la isla, escenario del periplo de borrachos y cebados infieles. Aún quedaba parte del mobiliario en el piso de arriba, al que nos costó llegar por la desvencijada escalera de granito empobrecido. Una vez “acomodados” en torno a la tabla, con sus letras y sus números de rigor, pusimos una mano sobre la mesa, y el dedo índice de la otra, al unísono sobre aquella especie de tablilla agujereada a la que llaman “planchet”. A los pocos minutos, aquel objeto empezó a moverse de forma espasmódica formando palabras más o menos coherentes. Una entidad supuestamente femenina, se identificó como una de las inquilinas de la casa. Afirmaba haber muerto mientras practicaba sexo previo pago al mismo tiempo con un narcotraficante y un cura. Aquella claridad comunicativa nos dejo atónitos a los presentes, que sin dar crédito a lo que leíamos sobre la tabla, queríamos saber más.

Afirmaba con vocabulario propio de palurdos, que no siempre fue puta, que en tiempos mejores se dedicaba a la medicina, en la especialidad ginecológica, pero que el consumo de drogas, la habían llevado por el mal camino. De repente, la luces de las linternas con las que alumbrábamos la mesa, empezaron a parpadear hasta que dos de ellas salieron desplazadas contra el suelo. Abrimos los ojos como platos al tiempo que uno de los presentes gritó: ¡cago en tó!

Estuvimos unos 20 minutos más indagando sobre esa entidad que de forma poco común, parecía dispuesta a hablar. Supimos que vivió en La Palma, en Gran Canaria y en el norte de Tenerife, donde acabó sus días viviendo con otras 7 mujeres que ejercían la prostitución. Sin previo aviso, acabó aquella insólita comunicación y los presentes salimos de la vieja casa hablando de lo que allí pudimos presenciar.

Con los datos obtenidos, he podido hacer mis indagaciones con la colaboración de amigos que trabajan en hospitales y cuerpos de seguridad del Estado, y creo estar en disposición de poder dar por identificada a esa deslenguada mujer, aunque todavía quedan flecos por dejar perfectamente hilvanados antes de hacer pública su “vida y obra”.

Por lo tanto, y como suele ocurrir en estas cosas, le largamos a la portada de la carpeta una pegatina que diga “Caso abierto”. Y a los profanos en la materia pedirles que jueguen al parchís y no a la tabla Ouija, porque es sabido que quien juega con fuego, se acaba meando (mensajito a navegantes de turbulentas aguas).

LA PUTA QUE ME HABLÓ A TRAVÉS DE UNA OUIJA
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