Juanca Romero © Agosto 2023

Jamás debes decir al ratón que el gato lo tiene en su punto de mira. Esta es una máxima que me aplico cada día, especialmente en estas cosas relacionadas con los misterios. Y es que negar la existencia de agentes contaminantes en la información referida a lo insólito, sería un gesto de irresponsabilidad y absoluta estupidez. En todo gremio que se precie, existen grupos de diferentes hechura y condición, cuya máxima es la mentira hasta que la muerte los separe.

En esto del misterio tenemos en primer lugar a los ignorantes, que poseedores de una verdad mal documentada, abanderan mediocres foros de opinión sobre fantasmillas y otras garrapatas de insolvente credibilidad. Otro grupo es el de lo que yo llamo cacatúas mistéricas, o lo que es lo mismo, seres engendrados desde la verborrea gratuita y de contenidos levemente aprovechables. El tercero de los grupos contaminantes de la divulgación seria y contrastada, es el compuesto por los cuinos, lechones de cebado progresivo que engordan sus prefabricadas historias a golpe de micrófono o teclado. Su modus operandi consiste en soltar la palabra OVNI en una grabación de podcast o en un programa de radio de rancio abolengo, convirtiéndose automáticamente en profesionales del periodismo.

Un buen comunicador es el que se rodea de un buen equipo, y no de un puñado de cantamañanas. Paradójico que sea el cuino el que ejerza de cazador en su propio coto, en esa enrejada parcela en la que los insultados se convierten en amiguetes, y éstos, en imbéciles peleles de lo insólito. El cuino mistérico se viste cada día de lobo para pasar desapercibido, pero su pestilente hedor le delata, dejando un rastro de falsas informaciones y mala praxis que además de retratarle, acaban por empañar el trabajo de investigación de los buenos comunicadores de lo insólito, que los hay.

Durante algunas décadas, en Canarias se hizo fuerte el grupo de cuinos insolentes de lo insólito, que presumían de tener el control de este tipo de temas, contando lo que les venía en gana envueltos en un fuerte olor a incienso. Eran los días en los que Internet era ciencia ficción, y contrastar la información por parte del receptor era una tarea muy difícil. Ahora no se dejan ver como lo hacían antes, pero continúan pasándose la máxima de contrastar la información por la mismísima rabadilla.

Pero amigo lector, no se asuste con el agrio panorama que acabo de retratar. Entre tanta porcina actitud, siempre prevalece la inteligencia y capacidad crítica de quien recibe la información que escucha, ve o lee. Por la boca dicen que muere el pez, y muchos pezqueñines que han jugado a soltar la lengua más de la cuenta, acaban muriendo en el anzuelo de sus propias palabras. Sin ánimo de abanderar cruzadas, tiene mi palabra de que toda esta basura la iré sacando a la luz, pese a quien pese.

CUINOS DE LO INSÓLITO
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