Me cuesta hacerme a la idea de que en realidad formamos parte de una estancada fuente en la que hacer pipí en las frías aguas del Atlántico, en realidad es algo parecido a miccionar en una vírica piscina empozada en medio del espacio sideral. ¡Normal que los extraterrestres pasen de nosotros! ¿A qué marcianito le va a gustar vivir en un planeta (planeta según estos amorfos de las ideas, viene de plana, como la Tierra que veneran) en el que echarse a rodar pierde parte de su sentido? ¿Qué hacemos con esa canción mexicana que dice “…y rodar, rodar, roooodarrrr? Y si verdaderamente es plana, ¿tendrá capas hasta llegar al núcleo, o es delgada como un trozo de cartón? Que yo me aclare, ¿es plana, plana, o hablamos de una especie de cuadrado, cubo o bañadera?
¡Ay amigo lector!, aquí me encuentro sentado frente a la pantalla de mi ordenador, repleto de inseguridades y no exento de ganas de partirme la caja de la risa y el despiporre, cuando leo las inverosímiles mamarrachadas de aquellos que no encuentran a estas alturas de la vida entretenimiento en el onanismo endémico del gremio. Afirmar en pleno siglo XXI que nuestro viejo planeta azul es en realidad un lienzo cuadriculado, es casi tan atrevido como dar por sentado que los defensores de esta estupidez son contenedores de algún tipo de neurona sana.
De todos modos, y por mi naturaleza desconfiada, me acercaré a la costa en cuanto me sea posible, para advertir a los incautos navegantes de que existe la posibilidad de que antes de llegar a su destino, puedan toparse de frente con una alargada cubitera fronteriza, en los mismísimos límites con el espacio. Se me ocurren algunos chistes malos con ingredientes tales como el gélido muro, la desquiciada existencia de Donald Trump, o del destino incierto de aquellos que se han estrellado contra el muro final. Podría escribir decenas de folios sobre la posibilidad de que en realidad aviones desaparecidos como el vuelo 370 de Malaysia Airline, o aquellos que una vez fueron a comprar tabaco y no regresaron, llegaran hasta los límites de la Tierra, y en un acto de curiosidad humana escalaron el muro y se precipitaron hacia el oscuro e incierto Sistema Solar.
¿He dicho curiosidad humana? ¿Y si no fuésemos humanos sino extraterrestres? ¡Uf!, creo que no tengo el estómago para tanta indómita irracionalidad junta. Quizá en otra ocasión hable de estos otros, de aquellos a los que prefiero llamar “acomplejados existenciales”