Juanca Romero © Junio 2023

Hay quien pudiera decir que a la caca sólo acuden moscas, o de forma más coherente y fina, que en tiempos de crisis, a la carencia se le junta la miseria. La videncia y en general todas las mancias, han estado en la picota desde hace décadas y décadas, por no apuntar a la cronología de los siglos, aunque cierto es que en determinados sectores sociales, adinerados muchos de ellos, a los expertos en estas lides se les ha dado destacada importancia y boato.

Personalmente conozco a muy buenos profesionales de estas cosas de las mancias, personas poseedoras de ciertas facultades para orientar a quienes acuden a ellos en busca de patrones o respuestas. No pongo en duda la capacidad que algunos/as tienen para ver lo que el resto de mortales no logramos ver, y no lo pongo en duda porque conozco a unos cuantos de los buenos, de esos que mantienen la ética como bandera en lo que hacen. Del mismo modo también puedo decir que me he encontrado en el camino a muchos saltimbanquis de la falacia y torticeras mañas, saqueadores de voluntades y manipuladores de las necesidades vitales de quienes buscan soluciones a sus problemas. Ahora se organizan hasta congresos en los que la videncia más que evidente, se deja ver en forma de talón y altas dosis de histeria colectiva. Se cuelan muchos de estos farsantes en actividades que presumen de seriedad porque añaden una pieza de fruta buena junto a 3 o 4 verdaderamente podridas y maloliente.

Y ahí aparece Gertrudis la vidente, esa mórbida señora con acento indefinido, que alzando sus manos sobre tu cabeza, sin previo aviso y con espasmos más que sospechosos, se aventura a detectarte malas energías que no permiten que seas feliz, entidades que se han confabulado para hacerte daño y que revolotean sobre tu ahora confusa azotea. Gertrudis la vidente te mira a los ojos deseando ver reflejado en ellos el manto agrisado del miedo. ¡Ahora eres pasto de sus intenciones!

Crecida por su medio triunfo, la desenfadada mujer te entrega una tarjetita de visita auto-editada en la maquinita de Alcampo, “invitándote” a acudir a su consulta para que allí, con calma y detenimiento, pueda extraer los demonios que te acechan, mediante un cotizado exorcismo de 150 euros. Allí estaba la buena de Gertrudis encendiendo un puñado de velas, y tufando con incienso a todo el vecindario. Afanada en darle un toque tétrico a la habitación que no hace mucho dedicaba para guardar los cacharros de su última mudanza. Gertrudis ahora es empresaria de las cosas de la videncia. Se pone frente a una desvencijada cámara de tele local para presumir de 806 al compás de los euros que caen en la buchaca. Gertrudis es sabedora de que no sabe nada, pero siempre un poco más que los incautos. Esta compota con forma de mujer ya estuvo juzgada por estafa, pero eso es algo que desconocemos, ¿verdad?

GERTRUDIS LA VIDENTE
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